Los tres estados de la mente


La mente, como función, fluctúa en innumerables estados, así como el agua, dependiendo de la temperatura, pasa de líquida a sólida, de sólida a líquida, de líquida a gaseosa y de nuevo se hace líquida. Se puede decir que los estados puntuales son líquido, sólido y gaseoso, aunque haya situaciones intermedias. De esa misma manera podemos decir que la mente tiene tres estados: vigilia, sueño con sueños y sueño profundo. Aunque haya situaciones intermedias entre ellos, para efectos didácticos se plantean estos tres.

La vigilia es un funcionamiento donde la memoria objetiva juega un papel importante, puesto que es la que determina el modo lineal del tiempo, del pasado al presente y al futuro. Es una linealidad propuesta por el pensamiento que genera la ilusión de que dicho transcurso del tiempo es real, verdadero, existente.

El sueño con sueños o ensoñaciones es un funcionamiento no lineal, no es lógico ni secuencial, que recoge impresiones (de la memoria) que han sido sumergidas y a las que no prestamos atención en el estado de vigilia.

El sueño profundo es un funcionamiento sin movimiento, es decir, el no funcionamiento del pensamiento, la ausencia de memoria, de proyección, de imaginación. Es el descanso de la mente, de la identidad, del cuerpo, de la emoción, del mundo. La mente está congelada en este estado, sin embargo la conciencia permanece como fondo primordial. La razón por la que aparentemente no hay conciencia en ese estado es porque no hay movimiento, no hay recuerdos que observar, por tanto no hay identidad que observar.

Lo que pasa en el sueño profundo no es lo mismo que cuando se señala que la mente regresa a la fuente. Que la mente regrese a la conciencia, su fuente, implica que la mente esté quieta, equilibrada, tranquila, sin embargo hay atención alerta.


Ante la presenciación eterna (Conciencia) se despliegan los contenidos, la mente funciona ordenándolos en dos estados, y en el sueño profundo no se presentan los contenidos. Es como ver una pantalla de televisión. Cuando el televisor está encendido (vigilia y sueño con sueños) observamos los programas que hay, y cuando está apagado (sueño profundo) observamos la pantalla negra. Yo, el presenciador, sigo allí, solo que no hay historias que observar.

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