No recuerdo haber nacido. Si pudiera
recordarlo sería por haber tenido esa experiencia: nacer, y eso significaría
que antes de nacer no era consciente de ser. Nacer no significa ser. ¿Qué sería
yo entonces para poder saber que no soy, que no he nacido o que no existo? ¿Quién
puede mencionar haber sido consciente de ser inconsciente? ¿Quién puede dar o
ha dado alguna vez un testimonio de haber sido inconsciente?
Es solo en referencia a que somos
conscientes de cuerpos inertes, durmiendo, desmayados, en estado de anestesia, etc.,
que decimos que alguien está inconsciente. El punto es, que no hay personas
conscientes, la conciencia no se localiza en la persona, sino que la persona toma
forma en la conciencia. En mí, como conciencia, toma forma esta apariencia de
persona.
Podemos pensar que en algún
momento no somos conscientes. Pensar es algo que ocurre en la conciencia, no
hay otro lugar. Pensar es algo, una acción mental, que solo es posible en la
presencia de la conciencia. Pensar no nos lleva a saber lo que hay más allá del
pensamiento. Como mucho, pensar puede dar un trazo de ello, puede hacer que
destelle un resplandor de comprensión donde el pensamiento, como consecuencia,
queda congelado, dejando la evidencia de la pura conciencia. Pero pensar no
resuelve ningún tema referido a la conciencia. Solo siendo conciencia puedo
conocer o saber cualquier cosa que surja en mí. Solo como conciencia puedo ser
consciente de ser. Y por mi propia experiencia, no puedo remitirme a
absolutamente ningún instante en que no haya sido consciente, puesto que para
ello tendría que haber estado consciente de ese instante. Nadie puede hacer
esto, y jamás ha habido un testimonio de ello.
Por esto, si hubiera tal cosa
como “antes de nacer”, solo podría saber de ello debido a la conciencia. Por
ende, la conciencia es básica e imprescindible para que haya cualquier
referencia, del tipo que sea, y que se pueda convertir en un recuerdo. La
conciencia es esencial.
Lo que soy es infinito y eterno,
es conciencia que no puede haber nacido y por tanto no puede morir, pues no hay
espacio donde la conciencia se pueda disolver. El espacio es lo que aparece
ante y como la conciencia, es pura conciencia.
La mente si, la mente surge, se
sostiene y se disuelve en la conciencia. La mente, como pensar, saber cosas,
recordar, proyectar, calcular, separar, disgregar, juntar, medir, y todas las
acciones que crean, modifican o destruyen objetos de los que soy consciente, ya
sean subjetivos -tales como pensamientos, sensaciones o sentimientos-, u objetivos –tales como universo, mundo, gente,
cosas- es un funcionamiento en la conciencia. El funcionamiento mental no es
permanente, no es eterno, y no es infinito. El funcionamiento mental crea la
imagen de mí que llamo yo. Esta imagen, mi persona, no es permanente. Mi
persona es una ideación de ser este cuerpo, limitada por el cuerpo. Es la
consecuencia de haberme identificado con la forma que he tomado dentro de los
límites finitos del tiempo y el espacio.
En la infinitud y eternidad de la
conciencia que soy, asumo una forma, pero asumirla no significa que sea esta
forma. Esta forma, la forma mortal de esta persona, es algo que ha nacido en mi
conciencia en algún instante, que puedo recordar, quizás, de cuando tenía dos o
tres años. Antes de eso no hay recuerdos, y si los hubiera, seguirían siendo
experiencias recolectadas por la función mental, que solo puede existir en
presencia de la conciencia. Sin conciencia no podría haber mente, sin mente
sigue habiendo conciencia.
Maria Luisa
Comentarios
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Un abrazo fraterno.