No dualidad, la experiencia y la vida cotidiana

¿Qué significado tiene la no dualidad en la vida cotidiana?


Muchas cosas atrapan nuestra atención en la demandante cotidianidad: la búsqueda de estatus, la competencia, las ansias de tener éxito y ser reconocidos a gran escala socialmente, por ejemplo, para lo cual se necesita… ¡dinero!... mucho dinero…. ¡contactos!.... personas bien establecidas y relacionadas… ¡ideas!... ¡preparación!... una carrera profesional… conocimientos… buena apariencia… destreza, viveza, y saber moverse como un zorro tras un conejo. Y esto, una vez se tiene completado el deseo de ser aceptado en la familia, o quizás no. Se puede notar que hay deseos que se dejan de lado en el camino, sin embargo, con el tiempo pujan de nuevo, inesperadamente, para ser revisados… por qué no fui madre, por qué no atendí a mis padres, por qué no fui mejor hermano… qué hubiera pasado si… por qué no soy más… bello, amoroso, diestro, inteligente, apreciado, querido, listo, etc. La lista de deseos incumplidos es interminable e ir tras de su logro se convierte en el sentido de vida de la mayoría. Aparecen los profesionales (o supuestos profesionales) que dan los tips supuestamente funcionales o mágicos incluso, para que se alcancen los objetivos que se han fijado. No es difícil notar lo que suele suceder: cuando se satisface algo, aparece algo más que necesita atención y nuevos logros, y al suceder esto una y otra vez a lo largo de la vida, el resultado que se repite es el agotamiento, la frustración y desazón, porque a un éxito le sigue la necesidad de más éxito, a un fracaso la urgencia de resolverlo, produciendo una constante tensión y ninguna paz. Esto es lo que se llama sufrimiento. Algunos ni siquiera notan la insatisfacción emocional que esto genera y suponen que en la obtención de bienes y servicios, comodidad, placer, y en general la experimentación que exalta los sentidos sensoriales, encontrarán sentido de vida, satisfacción, plenitud. La atención queda perdida entre las posibles metas, los innumerables deseos, los incontables fracasos, y llega un momento en que sucede la confusión y pérdida del sentido de la vida. Muchos siguen y siguen, perdidos en la ronda que una y otra vez genera este juego martirizante. Algunos dicen, “es que es entretenido, me gustan los retos”, así que a pesar de las tensiones siguen jugando a ello. Otros en cambio le ven a esto un sinsentido, y ansían verificar alguna cosa que sea real, firme, un asidero en el que se pueda permanecer en paz, con alegría natural y espontaneidad.

La no-dualidad como realidad se saborea desde la realización, y las palabras “no-dualidad” resultan muy adecuadas para interpretar conceptualmente ese sabor donde no hay dos objetos sino pura conciencia, ya sea en reposo o ya sea en movimiento, desprovista del pensar separador. Sin embargo, cuando se piensa en ella, en la no-dualidad, es desde las enseñanzas. Se han armado un gran cúmulo de enseñanzas a partir de la comprensión que intuitivamente se despliega cuando la separación entre “yo soy” y lo demás desaparece. Esta comprensión es obviamente única, quiero decir que no hay ninguna diferencia entre la comprensión desplegada a través de sabios reconocidos a lo largo de la historia, ya muertos o aún vivos, y la comprensión desplegada aquí y ahora desde Uno mismo. ¿Cómo se puede certificar esto? Porque esta comprensión es arrasadora, innegable, verídica en sí misma, pues está libre del pensar, de la memoria, de los conceptos, del tiempo y del espacio. Las enseñanzas se van armando cuando a partir de tal comprensión se ve la confusión que arma el pensamiento, para ayudar a ordenarlo y discernir. Pero no todo pensamiento, sino el pensamiento separador, podría decir que el juicio, aquello que destaca algo por encima o por debajo de otra cosa, es decir, cuando se presentan los contrarios, los opuestos, lo que es mejor o lo que es peor, y, sobre todo, cuando el pensamiento está definiendo la entidad pensadora, armando un ego o ideando una identidad. Al notar la confusión que presentan tales pensamientos, y ante la luz clarificadora de lo que es real, la mente entonces despliega, en su funcionamiento natural, y con todas las capacidades conceptuales y ordenadoras que posee, una serie de referencias que se basan en la raíz de la comprensión, a la que, aunque indescriptible en verdad, se le procura de una variedad de nombres que apuntan hacia ella para poder intuirla. Dios, Si mismo, Brahmán, Jehová, Buda, Conciencia, Esencia, etc. De ahí que las distintas corrientes doctrinarias, en sus enseñanzas, mencionan cosas tales como: Todo es Dios, todo es Conciencia, todo es Brahmán, etc. Estas enseñanzas se han vuelto tradición porque no se contradicen entre si y forman el bagaje considerado como enseñanzas perennes, filosofía perenne, no dualidad, Avaita, Zen, Sufismo, etc., siendo sus diferencias tal solo conceptos que dependen de la cultura en la que fueron gestados.  

A veces se confunde la enseñanza de la no dualidad con las muchas ofertas en el mercado que están destinadas a construir mejores oportunidades de experiencia: mejores egos, mejores logros, la solución de los conflictos personales, y demás. Al pensar en la no dualidad se especula mucho. Se suponen estados sublimes que podrían ser alcanzados. Los que buscan estados sublimes pasan años haciendo prácticas y pueden suceder varias cosas. Experimentan una vez, dos veces, varias veces, estados exquisitos y de pronto estos dejan de suceder.  Apremia entonces el ansia de que se repitan, y se hacen prácticas y más prácticas para provocarlos. Puede resultar en frustración o en éxito: una vez más se tiene una experiencia encantadora. También está el caso de los que han hecho muchísimas prácticas y no han encontrado o no han sabido reconocer estados extáticos que se muestran como flashes y luego quedan camuflados por el pensamiento. Resultado: frustración.

Cualquier vía que se siga con el objetivo de lograr algo que sea definitivo al final termina en frustración. La enseñanza de la no dualidad indica que lo único definitivo es Uno mismo, y que el despliegue de experiencias puede ser interminable, intermitente e impermanente. Ninguna experiencia permanece, no está en la naturaleza de la experiencia el permanecer. El flujo está en constante movimiento, sin embargo, el experimentador, una vez liberado de las creencias que lo hacen desear el estatismo, es decir, la creencia de ser un ente separado, estático, logrado, exitoso, completado… este experimentador se descubre a Si mismo como lo Real, permanente y sostén de todas las experiencias, las cosas, la existencia misma.

Maria Luisa

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