Entro al facebook. Cada día
van aumentando los amigos como el goteo de un chorro que va llenando un balde. Son
pocos en relación a los miles que se puede ver moviéndose detrás de algunos
gustos y predisposiciones, generalmente ajenos a mis preferencias y que ahora me
cuesta enumerar, aunque son muchos en relación al número de simpatizantes hacia
lo que me interesa y motiva profundamente, la gente que normalmente veo en la
cotidianidad no cibernética. Entonces mi facebook es un umbral a un mundo
poblado por personas muy motivadas por el descubrimiento de su esencialidad.
Hay mucho que pugna por
expresarse en esta cantidad de pensamientos que se avalanchan ante mi
presenciación. Puedo optar por prestarles completa atención y permitir que
suceda una comprensión que quiere mostrarse. De este modo, no les negaré mi
luz, ya que ellos generosamente comparten su luz, sino que seguiré observando
lo que todo esto quiere decirme. Tan sólo voy a darme cuenta… y darse cuenta es
pura conciencia.
Los pensamientos están en la
conciencia y cuando asumo que me pertenecen, con ellos sostengo una identidad.
Son formas, imágenes,
palabras. Prestándoles cabal atención, dejando que libremente se muestren, voy
observando cómo se va dibujando una gama de significados que inteligentemente
me entregan información.
El intelecto es una expresión
de la conciencia muy especial. Cuando lo manipulo en base a mis
predisposiciones y juicios, lo que me muestra queda estancado y parcializado.
Pero cuando simplemente observo sin juicios cómo se desenvuelve ante mi mirada,
recibo información coherente y clara.
Las sensaciones están aquí,
relacionadas directamente con el cuerpo. Puedo decir “mi” cuerpo, porque cuando
surge la voluntad de moverlo, lo muevo. Pero la gestión de esta voluntad está limitada
a una libertad de acción que debe someterse a muchas leyes.
El cuerpo es una expresión de
conciencia, es sensitivo y dotado de una inteligencia esencial. La digestión se
hace sin que mi voluntad intermedie, la sangre corre por las venas, la respiración
ocurre, las células se regeneran. Una inteligencia que no puedo manipular hace
que este cuerpo, “mi” cuerpo, quede a disposición de mi voluntad para
convertirse en un carruaje que me lleva por el mundo.
Mi cuerpo es una expresión
sucediendo, es conciencia en movimiento. Y está a mi disposición por un tiempo
dado. Tiene limitaciones respecto a las mismas leyes que mueven el mundo
físico, y las leyes genéticas están en un nivel de desarrollo increíble. Por
ejemplo ya no necesita algunos molares y el apéndice puede extraerse sin
mayores consecuencias. Y me asombro. ¡Qué maravillosas son estas manos!,
huesos, huesillos, ligamentos, músculos, nervios, venas y venitas que permiten
que agarre las cosas, incluso que ejecute acciones muy delicadas como coser o
dibujar, que acaricie y perciba la piel del amado, comunicándole expresamente,
suavemente, mis sentimientos.
Mis sentimientos son un
tesoro vivo, son expresiones del latido de existencia que maravillosamente no
se limita al cuerpo. Busco las palabras que más se acomoden a esta comprensión
que investiga asombrada ante lo evidente, actual e inmediato.
Comprendo que hay doctrinas
(enseñanzas), es decir, conjuntos de conceptos que pretenden ordenar,
ajenamente a mi, los significados de mi propia existencia. Son como potes de
medicina en el gabinete del baño. Unos sirven para la tos, otros para los
dolores y otros son tratamientos intensos que modifican el comportamiento bioquímico
del cuerpo. Las doctrinas espirituales cuya base es la sabiduría esencial son
para las dolencias existenciales, como medicinas que alivian algunas veces sólo
los síntomas, otras veces curan la enfermedad. Cuando de una doctrina se toma
algún concepto que parece resolver las dudas, es como aliviar el síntoma.
Cuando de una doctrina se percibe el significado profundo a donde apunta, es
como sanar la enfermedad. Tomar muchos conceptos y hacerlos propios hace que la
persona se vuelva erudita y quede limitada a eso si no los hace carne y sangre
de si mismo. Tomar un solo concepto y vislumbrar intuitivamente el significado
que pretende señalar permite que se haga realidad íntima la añorada comprensión
que alivia en forma permanente la dolencia ocasionada por la ignorancia de la
propia esencia.
La habilidad de un intelecto
que se despliega en todo su potencial, sin prejuicios, dogmas o aprendizajes,
libre de todo lo que limita la mirada, es un don de la conciencia que hace que
al ser humano (o sea, este yo virtual que me muestra como existiendo, que usa
este cuerpo genéticamente desarrollado hasta cierto nivel, que tiene
sentimientos, que alberga aspiraciones y deseos) se le muestre inteligentemente
su verdadera naturaleza que es la esencia de toda existencia. Un intelecto así
no se mueve por las ramas de la teoría establecida, sino que se despliega en
toda su capacidad mostrando una cognición al mismo tiempo comprensiva y
abierta, y sabiendo que no le pertenece a la identidad. El intelecto es una
función extraordinariamente delicada de la conciencia. Y hay un saber que
intuitivamente reconoce cuando lo que se está mostrando inteligiblemente es
acorde a la realidad esencial y no sometido a realidades relativas. Y en esta
realización, que no sostiene la ilusión generada por la inmediatez del cuerpo,
la sensación, la emoción o el derecho a gestión voluntaria que suele producir
el efecto de separación, se muestra a su vez toda la sensibilidad de ser que
brilla en la comprensión y empatía con todas las expresiones vivas que la
conciencia alberga y acoge.
Maria Luisa
Comentarios