El asunto de la raíz de la identidad.



El asunto de la raíz de la identidad. 
Creatividad, armonía, belleza, pureza, amor…

La expresión fidedigna de la comprensión se genera desde uno mismo, cuando se ve limpiamente sin velos o filtros. Cuando se mira desde el origen del pensar. Cuando mi atención está alerta y puede detectar las interferencias del ego o dicho de otro modo, la identificación con ideas estructurantes.

Hay algunas expresiones conceptuales que uso, que tomo de la armazón sostenedora del discurso intelectual. Las que son significativas para mí. Uso la mente y procuro que esas ideas no me encasillen, con una atención que irradia desde el origen de la conciencia. Procuro dar curso al discernimiento, atentamente y tomando nota del significado que cada palabra tiene para mí, luego de haber asimilado lo que dice el diccionario o el uso común que considero acertado. Cotejo las definiciones con mi experiencia, utilizo la memoria, es decir, uso el instrumento discursivo. Podría decir que es con humildad, por cuanto si algo es disonante lo descarto, pero esta palabra suele interpretarse como la disposición de alguien sumiso. Al observar desde el origen, no hay alguien, hay luz que observa. Por eso no hay “alguien” humilde o sumiso. Tampoco hay sumisión, o control. Lo que hay es discernimiento, una vista clara que mira el pensar y lo organiza de acuerdo a donde se ve que encaja cada ficha, según lo que se sabe que la mente puede interpretar. Al usar el lenguaje, es así el procedimiento al que le doy curso.

Hay otra disposición paralela a este mirar. No solo estoy mirando por medio de lo que se despliega a la altura de la cabeza, sino también observo atentamente la mirada que ocurre a medio cuerpo, el sentir y lo emocional. Esto, este otro lugar del instrumento que uso para expresarme y para mirar mi expresión, me indica si el sentir está acorde a lo que intelectualmente despliego. En otras palabras, jnana y bhakti van paralelas, juntas, de la mano. Intelecto y sentimiento se vuelven instrumentos de expresión en conjunto, siempre que lo que digo, expreso, canto o dibujo, me resuene en forma armónica.

Veo que esto genera un despliegue de capacidades que se encuentran ahí. Estas capacidades, como el uso de conceptos, la creación de videos (que estoy empezando a experimentar), la edición, selección de ideas o imágenes, herramientas, se hacen evidentemente eficaces. La semilla de la capacidad explota, creatividad, belleza que se expresa en orden, equilibrio, proporción y efectividad.

Al llevar este mismo procedimiento atento, de selección, a todo cuanto se muestra por medio del instrumento persona, noto que la persona se manifiesta con una serie de adjetivos que suceden espontáneamente. Entiendo que esto está relacionado con lo que todos desean. Una persona equilibrada, inteligente, amorosa, creativa, amigable, y tantos adjetivos que se espera poseer. Y he aquí donde se me aclara el asunto. A la persona no se le puede poner parches o modificaciones y pretender que con eso se logrará una estabilidad personal. Es preciso ir al origen, siempre estable en si mismo y permitir que todo el instrumento sea usado desde allí. Los calificativos pueden ser honestos (como cuando son como flores que se abren) o pueden ser deshonestos (como cuando se colocan flores de plástico en la solapa).

Mientras hay identificación con el instrumento, nos movemos con las limitaciones condicionadas, los hábitos, las semillas, vasanas, sanskaras o como quiera que se llamen. Cuando la mirada atenta nota todo esto, se está comprendiendo desde la raíz. No juzgando al instrumento, sino notando sus puntos débiles o interferencias. Para que esto sea efectivo, para que la expresión sea sin filtros condicionados, es muy muy importante haber notado y reconocido claramente el primer condicionante que es: creer que soy el instrumento. Por eso se precisa ir a la raíz del asunto y sostener todo el árbol de la expresión desde allí.
Maria Luisa

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