Atreverse a mirar con ojos nuevos


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El conocimiento de Si mismo se fue volviendo determinante cuando llegó el momento en que traté de ordenar todas las ideas que me estaban aturdiendo. Pasaba por una época sumamente difícil, tremenda interiormente, y digo interior porque estaba referido a los sentimientos y los ideales de vida, mientras que exteriormente, es decir, lo que sucedía a la vista, era síntoma de una vida acomodada, aparentemente plácida y completa. En aquellos momentos me decía: “tengo familia, perro, gato y un bello jardín, pero ¡qué infelicidad!” Pasó un proceso de varios años de estragos emocionales y cuestionamientos que llegaron al punto de quebrar casi todas las estructuras en que había estado cómodamente instalada, (supuestamente cómoda). Probé muchas formas para tratar de salir de esta situación. Muchas, que se movieron dentro de un espectro bastante amplio: terapias psicológicas (psicoanálisis y psicología profunda), terapias florales (Bach), talleres de escritura creativa, iniciaciones espirituales al estilo latinoamericano, Tarot, Astrología, velaciones, limpiezas, armonizaciones y cuanta cosa aparecía a la mano, para nombrar algunas. La situación se volvía desesperada, sin embargo me apoyaba en la facilidad de la experimentación y el cuestionamiento para seguir indagando.
A veces conversando con Malak sale el tema de la publicitación de los conocimientos que se han recogido de los estudios de la filosofía advaita o de otras ramas de la no dualidad como modos útiles de expresar ya sea una comprensión de primera mano o al menos una intuición de que en ellos hay manifiesta una buena señal hacia lo real. Y nos planteamos el asunto de que esto es como esparcir semillas en terrenos de varios tipos. Entre los que recogen estas semillas hay quienes de pronto descubren una forma de interpretar la vida que los deja maravillados en el terreno húmedo y vivo de lo nuevo, otros se arman de un bagaje de conocimientos de los que se sienten muy orgullosos en tierras desinfectadas, aradas y protegidas como en un invernadero de biblioteca, otros han asumido lo que han encontrado como respuestas genuinas manteniendo los pies en la tierra y la comprensión más allá de las estrellas, mas la mayoría simplemente pasan sobre estas semillas como si estuvieran sembradas en cemento, quizás no las ven, tal vez no las entienden o incluso puede que las desprecien. A pesar de que a veces cuestiono el sentido de publicar o compartir tanto el conocimiento adquirido como la comprensión que nace espontáneamente, reconozco que no es algo que se pueda controlar, ni siquiera surge de alguna decisión. Es algo completamente mágico, sucediendo por si mismo más allá de los juicios que pueda hacer acerca de ello.
Ahora regreso al cuento del proceso que viví y que se relaciona completamente con la anterior reflexión. Llegó un momento en que rompí, rompí mi apego a la vida que llevaba y me atreví a mirar más allá del horizonte que hasta entonces había aceptado como válido. Corriendo muchos riesgos comencé a relacionarme con personas que tenían unas formas de ver completamente novedosas para mí, aunque muy atractivas. De esta manera, pasados unos años desde que comenzaron los estragos alrededor de los 30 y en un proceso lento, paso a paso, hasta los 38, acepté en aquel punto la insólita invitación que me hacían las circunstancias y viajé a India en el 98. Diciembre de 1998. Recuerdo la llegada al aeropuerto, sola tras un viaje un tanto accidentado. Iba sola, pero en mi destino me esperaban los amigos. Sola ante aquél colorido repentino de telas, vestidos, tapices, ante aquellos aromas de incienso y especies, música que no reconocía pero llena de un misterio ancestral. Magia, el espectáculo de haber pasado el horizonte. Así fue para mí la entrada en India.
Luego de muchas horas de viaje, tres aviones, un taxi y un richio, llegué a mi destino por la noche. Seguía sola y tuve que acomodarme como pude en aquél Ashram cuando ya era justo la hora de apagar todas las luces. Cada instante de aquél periplo o peregrinación (que es otro modo de verlo) se ha mantenido en mi memoria como llamas encendidas llenas del calor que toda aquella novedad estaba impregnando mi experiencia con asombro y nuevas comprensiones, liberando paso a paso cada cordel de la telaraña que había obstaculizado mi visión. Gracias a esta apertura al día siguiente, a la hora del desayuno y tras encontrarme con mi gente, me recibió la grata invitación a hacer un curso de Reiki. Ni idea de lo que era eso, pero acepté fascinada, y luego pasó a ser uno más de los bellos tesoros que he agradecido de todos aquellos nuevos aprendizajes. Pero el mayor de estos tesoros me llegó durante la semana, cuando una amiga recién conocida que regresaba de una corta visita a Turvannamalai, se acercó a la mesa donde estaba almorzando con un inmenso y pesado libro. Es para ti, me dijo. Otra sorpresa, su capacidad de haber cargado con ese objeto pesado y contundente en un viaje que, siendo como es el transporte en India, seguro había sido más que complicado, y de una forma tan desinteresada proveerme del regalo para la liberación mental que taaaaanto había deseado.
Conversaciones con Ramana MaharshiConversaciones con Ramana Maharshi me llegó de ese modo. Hermoso ejemplar en inglés, un solo tomo de tapa dura, preciosa, con la imagen del amado maestro. Fue tan sólo abrir una página al azar y escuchar sobre “the self”, lo que yo era en realidad, para saber con certeza que allí estaba la respuesta al conocimiento de mi misma que tanto había buscado. Y es que antes jamás había leído ni sabido sobre el enfoque no dual, nada de Advaita en aquellos años llegaba a las librerías conocidas por mi y tampoco habían llegado a mi libros de otras corrientes no duales.
Así que, sea como sea, plantar semillas de esta mirada, esta comprensión no dual, permite que florezca una y otra vez, y cada vez más, esta bella conciencia de ser si mismo, y me mantiene arando, limpiando, sembrando y regando reflexiones, vídeos, enlaces y encuentros, día tras día, en el terreno de la Vida.

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