En un texto de principios de año llamado
Momentos dice así: : “Siendo atemporal y
estando en el tiempo simultáneamente, es permitir que el diamante resplandeciente
de lo Real brille sin la obstrucción del barro del ego. Saber, aceptar, que el
ego no es un enemigo, sino una vestimenta que se usa para moverse en el mundo
de lo cotidiano, como una especie de disfraz que ayuda a proteger el
instrumento, pero que en la realidad de toda interacción, todos los seres
humanos, todos los animales, plantas y objetos, son expresiones de la propia
conciencia, aceptados y acogidos en amor, pase lo que pase.”
Hay una
enorme confusión provocada por la lectura de libros espirituales, por
ciertas indicaciones radicales y poco explicadas por parte de algunos maestros,
por los comentarios de muchos que se creen con dominio de comprensión aunque
están aún a medio camino, medio cocidos en esto de comprender, y aún más, vivir
la realidad. Incluso hay experiencias vividas que se han tomado por la realidad
misma y también confunden o dejan apenas entrevelada la comprensión.
Cuando se habla de la
disolución del ego, es para el principiante que aún le da importancia a su
persona creyendo que es desde su modo de ser que está sucediendo su vida, y no
ha des-cubierto esa ilusión, la ilusión de la supuesta realidad del
ego-identidad. Para este principiante de la vía espiritual, hay muchos modos
según sus inclinaciones y preferencias, de abordar la cuestión de la búsqueda
del auto-des-cubrimiento. Uno de estos modos es el devocional, la entrega. Cree
que está entregándose a un poder superior a si mismo, llamado lo Esencial, lo
Divino, Dios, Allah, Satguru, etc etc. Es una aproximación hecha desde el
sentido de separación entre él o ella y Eso anhelado. Es porque no ha
descubierto que Eso, es lo que uno es desde siempre y para siempre. Aquí y
ahora.
El bebé, como expresión
manifiesta de lo esencial, nace con una carga de semillas, son las llamadas
vasanas. Son las condiciones que determinarán muchos aspectos de la historia a
ser vivida como personaje. Cargas genéticas, una familia específica en un lugar
específico de la tierra, un país o pueblo con su cultura. Un cuerpo específico,
una cara con la que los demás lo conocerán como: él o ella… y por supuesto, un
nombre. Luego vendrá la cédula de identidad. Rostro, descripción de aspectos
físicos destacados, edad, nacionalidad, nombre y apellidos.
Aunque el bebé en un
principio tiene esa miradita hermosa e inocente, como luz de conciencia
emanando y comenzando a conocer, muy pronto empieza a aprender y a reaccionar
ante las condiciones de interacción tanto con las personas como con el medio
ambiente. Luego viene la educación, y esa necesidad que se le imprime de armar
una identidad. Verse al espejo y aprender, este soy yo, esos son los otros. Al entrar
al preescolar o al cole, empieza el roce con los demás, ya fuera de la
protección hogareña. Aparece la competencia y la urgencia de ser apreciado,
amado, un derecho natural que de pronto empieza a notarse como ausente. Así, en
pocas palabras, se forma el ego-identidad.
El ego es una sombra
inevitable mientras hay un cuerpo, un nombre y una historia, que se presenta
según las urgencias de lo cotidiano manifiesto, las vasanas, semillas, las
condiciones, exigencias vitales, etc. Usando un símil, la sombra está siempre a
los pies del Si mismo, proyectada en el suelo de la manifestación debido a la
luz de la conciencia esencial. Cuando el sol alumbra en distintos ángulos,
pasando por diferentes umbrales, como media mañana, media tarde, etc, la sombra
se proyecta alargada. El error, la ignorancia, es creer que la sombra tiene
movimientos propios. Esto se debe a identificarse con ella, dejando que ella
defina el ser. El ego es un instrumento de interacción social, que puede
funcionar desde la comprensión o desde la ignorancia. En efecto cuando el sol
de la comprensión está en el cenit, como en estados de absorción, samadhi,
observación sin juicio, satori, y tantos nombres que señalan lo mismo, la
sombra queda sumergida, no se proyecta. Lo mismo sucede en el sueño
profundo, un desmayo, amnesia, la muerte del cuerpo, etc, donde no hay mente ni
ego, aunque lo esencial permanece, el Si mismo intocado y no nacido. El ego
puede ser tu mayor aliado o tu peor enemigo, todo depende de si se le han dado
las llaves de la mansión del Ser o tan sólo se le deja para interactuar con los
invitados, como un buen conserje y no como un falso dueño. Pero en realidad, es
sólo una sombra sin poder alguno.
Tú le das poder a todo
en base a tus creencias, tú sostienes las realidades relativas de todo cuanto
vives en esta proyección de la existencia temporal. Tú eres Ello intocado y no
nacido, Presencia absoluta que es auto-evidente cuando has comprendido que el
ego no puede definirte, el cuerpo no te define, la historia no indica lo que tú
eres. Eres el sostén de la existencia, el sol que alumbra los objetos, y que en
ello, necesariamente se proyectan sombras para dar contraste y poder conocer y
comparar todas las infinitas posibilidades de expresión del ser.
Maria Luisa 15-11-2011
Comentarios
Por otro lado es verdaderamemte enorme la diferencia entre creer algo o de hecho saberlo. ¿ Cómo puedo saber si lo que dices es solo tu conocimiento o tu realidad y vida? Permanezco atento
Buena aproximación la que haces, gracias.
La sombra (el ego) no puede hacer nada a menos que el origen de donde se proyecta se mueva. Una sombra no puede ser independiente de aquello, no tiene vida propia.
Hay un solo yo, pero depende de si te refieres a yo como sombra, o yo como realidad. La identificación tiene que ver con el modo como se arman los pensamientos referidos a si mismo.
Dices que "Lo que somos no podemos conocerlo a menos que lo seamos. Y cuando lo somos no somos."
Siempre soy lo que soy y no puede ser de otro modo, tampoco puedo no serlo.
Lo que cambia cuando hay compensión de lo que soy, es que se sabe que eso que soy no es la identidad que estaba sosteniendo (como real) antes de la claridad.
Sin duda, una cosa es creer y otra saber... el saber de Si mismo es intuitivo, puesto que Si mismo no es objetivable ni algo diferente del conocedor. El ojo no puede verse a si mismo, el origen es lo que ve, lo que sabe, lo que conoce y lo que es... en cambio lo visto, lo sabido, lo conocido, son proyecciones de Si mismo, incompletas, parciales, sombras, espejismos.
Intuitivo se refiere a un saber que no puede ser explicado en el modo racional, puesto que la razón que compartimos cotidianamente se basa en lo conocido, en el objeto, en la proyección, y no tiene referencias de lo absoluto. Sin embargo, cuando compartimos desde la misma comprensión o saber intuitivo, podemos saber a qué nos estamos refiriendo, pues tenemos la misma base. Cuando uno sabe de Si mismo, no hay dos, pero sí múltilples e infinitas proyecciones, sotenidas y relfejadas desde Si mismo.
En cuanto a creer... creer es tener una idea que se valida como cierta, es muy diferente a saber. Saber no necesita una idea.
¿Por qué quieres averiguar sobre mi comprensión?
Cuando la comprensión de lo real que eres se muestra y evidencia, una de las características es que se da cuenta de que es lo que siempre ha sido, lo que es, y siempre será... solo había sombras nublando la mirada. La única diferencia sustancial entre saber y no saber es que las sobras se reconocen como tales.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.