Ya no recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde la
última vez que escribí un artículo. Este año han pasado muchas cosas de impacto
para mí. Se casaron mis dos hijos y se murió mi mamá, desde Junio hasta Agosto…
sin treguas.
Mi mamá venía mal desde hacía casi dos años,
mal ella y puso mal a toda la familia, una etapa de estrés y sufrimiento. Ella
era el pilar, y la estructura se quedó de pronto sin bases para los siete hijos
y los 13 nietos. Verla decaer, volverse dependiente y sufrir nos puso en apuros
de todo tipo, y sobre todo emocionales. Estos son los hechos en crudo.
Han pasado dos meses y medio de su
fallecimiento, y todos hemos podido relajarnos y mirar desde otra perspectiva,
la del alivio porque ella descansó. En esta situación de alivio aparecieron las
cosas bellas, agradables, opciones liberadoras para cada una de sus hijas.
Cosas que estaban siempre presentes pero inadvertidas. Cuando durante la etapa
de convulsiones, médicos y enfermeras, decenas de pastillas diarias, sordera
con tinnitus, alucinaciones,
depresiones, pérdida de sentido absoluto, gastos, peleas, discusiones, colas
para comprar un suero en Venezuela, escasez, y una lista interminable de
condiciones presionantes para todos, tanto para los que estaban cerca de ella
en Caracas, como para los demás allende los mares, las posibilidades de ver lo
hermoso se escabullían entre las sensaciones de angustia. Ahora aparece la
música y el tiempo ligero para observar un eclipse de luna para mi hermana ME,
la posibilidad de cambiar de rumbo de vida y notar unas guacamayas que se paran
en la ventana de la casa de mi hermana MC, fines de semana frescos frente al
mar para mi hermana C, y así, opciones de disfrute sumadas a oportunidades de
crecimiento económico, reencuentros y perdón.
La gran pregunta del buscador espiritual es: ¿cómo
sería posible mantener la paz, que se siente en la época de ligereza, durante
la época de presión?
Si nos fijamos bien, cuando hay ligereza no es
porque algo se ha añadido, sino por el contrario, algo se ha soltado. Para
estar en paz no hay que agregar nada. En cambio cuando se está en angustia, hay
pensamientos, sensaciones y emociones que generan dicha angustia. La mayoría de
las personas creen que no hay forma de evitar el que una situación dispare una
idea, a continuación explote una sensación y por último desencadene una emoción.
Por ello se le atribuye a las situaciones la razón de la angustia. Y suponemos
que para no sentir la opresión en un momento determinado, hay que eliminar la
causa, es decir, el hecho o situación que lo provocó. Esto nos vuelve
dependientes del acontecer, y sólo en épocas de benevolencia sentimos paz, con
su consecuente alegría.
De nuevo con la pregunta, ¿cómo sentir paz
constante, pase lo que pase? ¿Cómo ser capaces de ver lo bello cuando ocurre
algo que oprime? Indudablemente lo grato no está presente cuando se siente
malestar. Placer y malestar son pares opuestos que excluyen a uno del otro. En
cambio, observar lo bello no tiene nada que ver con el placer, tocar en el
piano una pieza bella como el Ave María no depende sino de tocar con el
corazón, con el alma al descubierto. Lo bello arrebata a pesar de cualquier
circunstancia paralela. Pero es posible no detectarlo si mantenemos la atención
puesta en el miedo, en la protección egocéntrica, en los pensamientos que una y
otra vez aparecen contándonos una triste historia sobre nosotros mismos. Para
escuchar y ver lo bello, la atención debe pasar por alto los pensamientos
destructivos… simplemente no darles alimento.
En el fondo de todo, el sostén del existir es
pleno y confiable, amable y poderoso, residir en ello es paz y es alegría
natural. Cada vez que soltamos las riendas del miedo y el control de las
circunstancias, nos estamos entregando a lo natural de ser. Esto es para mí real,
no algo que necesite creer, ni un pensamiento “positivo” para reemplazar a los
negativos. El sostén del existir es mi propio ser, es lo que descubrí tras
buscar quién era yo realmente.
No tengo una receta mágica para ofrecerle a
quien esté en angustia, no tengo los 10 pasos a seguir para liberarse del
sufrimiento. No hay píldora ni oración milagrosa. Lo que sí sé es que hasta que
no se descubra que nuestras ideas no nos definen, que el acontecer es como las
escenas de una película, que así como empieza termina, y que no soy sino el
espectador inafectado del flujo de sensaciones, percepciones, sentimientos,
emociones y pensamientos, no salimos de la dependencia del acontecer.
Lo bello, la paz de corazón, el sentimiento de
júbilo, la plenitud, no dependen de las cosas que pasan. Son expresiones
espontáneas de ser. Y son nuestras ideas encapsuladas las que velan nuestra
percepción, haciendo creer que ese fino velo es más verdadero que el trasfondo
de existencia plena que se está dando momento a momento con todo… con sus
placeres, sus dolores, sus alegrías, encuentros, soledades, éxitos, fracasos…
todo es como una película sobre una pantalla, como olas moviéndose en el mar,
como nubes pasando por el cielo. Con la mirada amplia y sin estructuras, la
conciencia liberada de las ideas, la atención despierta y la observación sin
juicios, la paz se destaca por sobre toda perturbación y la alegría sonajera
vibra más fuerte que la tristeza pasajera. Tener ojos para ver, oídos para
escuchar, tacto para sentir… y respiraremos los aromas de la armonía. Reconocer
los velos del ego, y descorrer las cortinas para ver el paisaje completo, en
plenitud… pero sabiendo desde dónde se sostiene.
Desde el Ser.
Maria Luisa
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