Muchas personas descubren en algún
momento que la vida no tiene sentido, y por desconocer el trasfondo real de su existencia
desesperan y sufren. Por eso, para mí, lo que tiene sentido ahora es hablar de
estas cosas que hablo, por empatía, ya que considero que no es suficiente
buscar la medicina temporal de las creencias, ni comprarse ideas sobre la fe.
Eso, según lo veo, es como pretender sanar una herida grave y profunda con agua
hervida. Es necesario ir a la raíz del asunto, a la causa original del
desconocimiento, o, como algunos lo llaman, la ignorancia de Sí mismo. Está
escrito por sabios de todos los tiempos que el sentido esencial se conoce al
conocerse a Sí mismo.
La Vida se expresa, se manifiesta
sin que se pueda evitar. Es manifestación de Conciencia sin propósito. La Vida
es el movimiento de la Conciencia, pero pocos reconocen esto. Por mi parte es un hecho que me reconozco, a
mí, Sí mismo que soy. Me reconozco sabiendo que soy, que existo y que todas las
cosas existen y dejan de existir ante mí, la Conciencia. Aun así, sufro o
disfruto la vida en base a las exigencias de mi identidad, muchas veces
sumergiendo lo más brillante de la comprensión para quedar opacada temporalmente
por las tendencias latentes. Una y otra vez veo cómo se produce esto, y me hace
comprender lo que nos pasa a todos.
Necesitamos, para recuperar el
equilibrio de la comprensión, y para deshacernos de la aparente ignorancia,
conocer los pensamientos y el movimiento que los va destacando, la mente, ya
que son los pensamientos los que nos perturban cuando hay crisis. La mente es
una función de la Conciencia que ordena los pensamientos, las burbujas de
pensamientos. Unos se destacan sobre los otros, se disminuyen, se muestran, se
esconden, retroceden, explotan, desaparecen. Son como latidos con distintas
pulsaciones. No son ajenos a mí, pero los conozco. No pueden estar en ningún
lugar distinto de mí, pero los observo. Como si me desdoblara, la Conciencia se
centraliza y me hago yo que observo eso. El latido permanente de la Vida entra
en juego con el latido intermitente de los pensamientos. Donde en esencia no
hay dos, parece haber dos conjuntos de latidos, a veces sincronizados, a veces
no. Pero uno es permanente y real, el otro es intermitente, transitorio,
cambiante, por tanto no es absolutamente real. Sin embargo existe, pues se
manifiesta y lo conozco.
Cuando hay sincronía entre el pensar
y la Vida, hay amor, hay perfección, hay belleza, claridad. La mente está en su
fuente, la Conciencia. Y sigue funcionando desde ahí diciendo nombres tales
como: amor, perfección, belleza, claridad, unidad, armonía, paz. Desde ahí, la
función es impecable.
¿Qué es lo que rompe esta sincronía?
¿Cómo sucede el sufrimiento?
Cuando la mente pretende
independizarse de su fuente, es como olvidar la realidad de ser. Construye persona,
construye pasado y futuro, como si fueran míos y me definieran. Construye ego,
un yo con historia, un yo vulnerable, carente, necesitado, que busca completarse,
mejorarse, ser apreciado. Un yo separado de millones de otros yo, ustedes.
Sufrimiento es ego, es cuando el yo
que observa se separa de lo percibido, se independiza de lo percibido y a la
vez, de su propio origen. Ego es un yo ilusorio, por eso cuando lo busco no
puedo encontrarlo, puesto que no puede haber dos yo.
Es cuando me adormezco a mi
verdadera naturaleza, y me envisto de una personalidad buscando reconocimiento,
mérito, proyección, que esta ilusión hace presa de mí. Al perseguir creencias o
pensamientos ideales, muchas veces se entra en conflicto con la pulsación de
Vida que está aconteciendo naturalmente. Se produce una lucha desgastante por
insistir en la construcción de una artificialidad. Y solemos no darnos cuenta
de esto, porque el ego ciega y obstruye la claridad con la cristalización de la
mente, que deja de fluir tratando de mantener las ideas fijas sobre el deber
ser y la consecución de nuestros deseos. Se niega el acontecer, se rechaza, y
se procede a poner la atención en un pasado en apariencia mejor o un futuro
ideal.
Esta ilusión, el sufrimiento, puede
presentarse en algunos casos como una alarma que me llama la atención, me
despierta del ensueño de ser una soñadora, y entonces la ilusión se desvanece,
el yo separado desaparece, el ego se sumerge, las dudas se disipan, los miedos
se apartan, la oscuridad deja de existir, porque la he alumbrado con la visión
aguda, clara, reposada, de la atención plena, la observación sin juicios. Es como
recuperar un carruaje descarriado, como volver al equilibrio, como despertar de
un desmayo. Es como retomar el norte. Es Vida en presente activo.
No hay donde ir, pero tampoco hay
donde quedarse. Todo viene y se va, pero yo permanezco. Tanto el dolor como el
placer vienen y se van, ambos, dos extremos de experiencia en el fluir de la
vida.
El cuerpo, la mente, las emociones,
son como motores ya diseñados y condicionados a existir de una manera
determinada. Aparecen los pensamientos, se sienten emociones, se hacen cosas que
responden de forma automática ante algunos estímulos. Desde la fuente, en
observación sin juicio, soy presenciación de todo este movimiento, Conciencia
que conoce y observa los automatismos, Conciencia, en realidad inafectada, que
sostiene este movimiento. Desde la claridad, con la comprensión inmediata de
esta situación, de esta realidad constante, el movimiento automático tiende a
armonizarse, la respiración se calma, el cuerpo se va relajando, las emociones
se apaciguan y el entendimiento va surgiendo limpiamente. La mente se va
recogiendo de este modo, de nuevo, en su origen, la Conciencia.
La Vida no tiene un sentido
conceptual en sí misma, porque es el despliegue de mi propio movimiento, un
despliegue libre, como arcoíris de luz convertida en miles de colores. Una expresión
suavemente fluida de mí, de Ser que es Conciencia, y se muestra en plenitud sin
ninguna atadura. Sin embargo, la mente, mi función para manifestarme, mi
función para experimentar y poder descubrir la variedad de colores que me
conforman potencialmente, procesa datos, información. Procesa las tendencias
latentes, los pensamientos. Y arma un posible sentido de vida, un propósito,
una dirección que tiene comienzo y tiene final. Mi función, la mente, me da un
disfraz temporal, me idea un papel que jugar, un personaje para vivir los
episodios del juego de la vida. La realidad de Ser Conciencia es plenitud y
perfección, sin embargo la ilusión de ser la persona solo muestra un reflejo de
la totalidad, tan solo una selección de aspectos. Si lo olvido, sufro… o juego
a sufrir.
Es necesario discernir entre lo que
es real y lo que es ilusión, notando aquello que permanece y aquello que es
transitorio. Es necesario que la mente funcione desde su origen, y ahí aparece
todo el sentido, la dirección necesaria, un funcionamiento impecable que no
necesita creerse el cuento del yo – identidad, sino que sólo lo usa, como quien
asiste a un baile de disfraces… y lo goza.
Maria Luisa
Comentarios
Nada mas,sin atributos,lo atemporal no manifestado observando lo manifestado sin juicio alguno.Saber que uno es sin forma y establecerse en la nada resplandeciente y eterna.
Hasta donde vi me faltó ver un flujo vital, que como la luz alumbre toda la existencia, incluyendo el raciocinio. Así todo deviene un orden automático, que no se desequilibra, porque no depende de nada manifestado ni por el deseo de que se manifieste.
Un abrazo.
Miguel Aristy escribiendo bajo la inspiración del fuel de la vida.
quisiera saber si hacen reuniones para poder asistir, la verdad seria algo de inmenso valor para mi, de ante mano gracias