En el sol de la
verdad
la identidad nace para morir
y muere para nacer,
como el aumento del volumen de agua
que se recoge en días lluviosos
provoca que el río encuentre
su camino hacia el mar océano.
El conocedor y presenciador de todo no permite ser analizado
y revisado, no es ni sujeto ni objeto. En cambio, la identidad: cuerpo, mente y
emoción, que se confunde con lo real, cuenta con la mente discriminadora, una
herramienta única. Si detectamos las formas, son los ojos los que recogen la
impresión y la mente procesa e interpreta. Lo que transforma al ego identidad
que se sostiene en la memoria, es la mente con sus referencias. Esta es
detectada por el conocedor que no es un objeto, ni siquiera sujeto.
Si la dualidad no crea conflicto es funcional,
lo múltiple y la variedad sin pugna es disfrute,
en la comprensión nos movemos plenos de vida.
La cuestión de sufrir se basa en una identidad, que
desaparece al darnos cuenta de la comprensión de Ser. La identidad depende de
las predisposiciones, en cambio la presenciación es ilimitada, sin tiempo ni
espacio, aunque se despliegue en la ilusión fenoménica.
Una chispa de comprensión
quema un bosque de errores
y una montaña de mentiras,
de dogmas e
ilusiones.
R.Malak
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