Huellas en el agua



Hay  instantes de inspiración, para escribir, para cocinar, ¡hasta para planchar! En cada simple cosa que se hace puede haber una fuerza inspiradora que la sostiene y no es egoísta. Solo que apegados al “fui”, “vine”, “hice”, como sujeto a las acciones, se muestra la “conciencia yo” apegada al hacer. Como cada situación en este mundo manifiesto, cada aspecto tiene una contraparte. Lo contrario al hacer inspirado es el hacer condicionado. Por suerte existen ambos aspectos. Averiguar acerca de la naturaleza de la conciencia y permanecer como uno mismo, es el modo de entender. Por las mañanas me despierto, voy de inmediato al baño, mi primer contacto con el agua, elemento primordial de la naturaleza… lavarse los dientes y el cuerpo. Aparece como mecánico y condicionado y sólo se sabe de ello cuando hay carencia del elemento.

Son acciones como proceder, ir y venir, que pertenecen al cuerpo, diciendo yo, aunque la mecanicidad del proceso es completa y total, mientras noto que queda libre una escucha, un ver lo que se va presentando. Recuerdos o proyecciones pasan por el registro mental. Pero ni el cuerpo es la conciencia yo, ni la mecanicidad es la conciencia yo, dado que ninguna existía antes de nacer, ni se encuentran en el sueño profundo. Mientras que simultáneamente están la viva presencia que todo lo ve, observa, escucha… y la presencia física, condicionada, la que se mueve según causa y efectos, incluyendo la mecanicidad y la charla de la mente con los pensamientos condicionados que intentan presentarse como fondo.

Digo de este cuerpo en su ducha matinal y lavado de dientes, como algo que aparece como yo, pero es el efecto inmediato que responde a lo aprendido. Y la presencia que todo lo ve y escucha, todo lo siente y sabe, está ahí igualmente. Donde quiero apuntar primeramente es a la conciencia yo que aparece en el comienzo, en relación al cuerpo, mostrando juicios como ignorancia, egoísmo, soberbia, vanidad. En todo ello, ya sea  abierto o cerrado, amplio o restringido, claro u oscuro, siempre soy. Eso que todo lo ve y escucha y siente, muchas veces parece solo ver pequeñas cosas, aspectos, partes. Lo que aparece como yo puede sentirse en el centro de si mismo como una especie de resplandor sin conceptos, como conciencia pura, dejando de lado las ideas, sensaciones o sentimientos, que rueda que rueda, una y otra vez dando vueltas y rumiando, son identificados como el Samsara.

Eso que todo lo ve y escucha y siente, en su infinita amplitud y apertura, sostiene mucho más de lo que parece. Infinitamente más. Se descubre que no hay un modo más correcto que otro, darse cuenta está presente. Es como bajar a un sótano oscuro, una oscuridad que acoge y protege. La linterna de la atención puede estar en manos de la mente, de los procesos duales, haciendo que el cuerpo permanezca adueñándose de la identidad aunque no pronuncia la palabra yo. Se indaga con agudeza. La pequeña linterna va alumbrando entonces algunos rincones pero otros siguen en la oscuridad. A donde dirijo la linterna, la oscuridad desaparece, pero lo que no está siendo apuntado por ella vuelve a estar a oscuras. Así que veo tanto los rincones alumbrados como los oscuros. La luz se mueve, apunta, alumbra y es este  yo quien la dirige. Así es la atención manejada por la persona, puede sostener un pensamiento, una cosa, un instante cada vez. En el tiempo lineal no puede ser de otro modo. En el proceso de causas y efectos, en lo manifiesto, siempre es así. Una cosa tras de otra. Una por vez.

Cuando desaparecen los innumerables pensamientos que cruzan la pantalla de la conciencia, permanecer en calma, y las trabas que complicaban como el egoísmo absorbente apegado al sentido de ser el cuerpo se disuelven. Estoy ahí, la luz dirigida hacia la impermanencia iluminada, permanezco en una revelación muy simple, obvia y tremendamente esclarecedora. La comprensión aparece mostrando la diferencia de claro-oscuro en una comprensión absolutamente inmutable, la forma yo se extingue en una liberación sin lugar a dudas.

Todos los pensamientos aparecen en la conciencia, surgen del conocimiento de la forma, del ego como causa y origen de la aparición de ellos, con el yo como primer pensamiento. Hay cosas que agradan y otras que no, hay deseos y miedos, y hay un querer que se va detrás del placer escapando del sufrimiento. El movimiento lineal en lo manifestado es así, como el cauce de un río, entre dos riberas. Si se destruye la soberbia del ego, raíz de la ilusión Samsara, los pensamientos llegan a su término. Se descubre que el hacer se da por sí mismo y el si mismo lo presencia en la observación sin juicio, como en un ascensor donde las paredes están forradas de espejos. Me veo en ellos, y me veo y me veo y no termina. Cierro los ojos y sé que el mirar nace de mi, inafectado por lo que es visto. Abro los ojos y esta realidad no cambia, sin duda soy quien todo lo ve.

De este modo la mente vuelve a su fuente, y abandona la tendencia a que el cuerpo aparezca como el si mismo, que es la razón de todos los problemas indicados. Nada me completa ni me define, y cuando esto es descubierto, entonces puedo olvidarme de mi, ya que no requiero estar pendiente para cuidar de esto que se sostiene por si mismo, desde la eternidad hasta la eternidad. El cuerpo, la mente, el sentimiento, ocurren, el cuidado necesario del instrumento sucede. El placer, el dolor van sucediendo y el cuerpo tiene mecanismos ya diseñados para dar aviso, la intuición para la supervivencia del cuerpo ocurre por si misma.

Sobre la superficie manifiesta del Océano las olas suceden, permanecen en el tiempo, más o menos largo y luego desaparecen. En la arena del desierto quedan las huellas de los nómadas y el viento las barre, como si nadie hubiese pasado por allí. Así de impermanente es la apariencia de lo que soy. Transitoria, como el rotar de los caballitos del carrusel. No así la realidad de lo que soy, absolutamente permanente. En un solo instante acontece el resplandor que aclara toda la confusión. Lo Esencial permanece como la naturaleza de si mismo, que resplandece en el corazón o el centro.

R.Malak y Maria Luisa




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
"Darse cuenta está presente"

"Cierro los ojos y sé que el mirar está en mí"

Todo el texto es una preciosa joya, pero he extractado esas dos que me llegan de modo profundo por su simplicidad.

¡Que poco queda de nosotros al cerrar los ojos y descubrirnos sin límites!.


Aunque no comente, te leo siempre. Tus escritos son una resplandeciente antorcha.

Un abrazo.
Maria Luisa ha dicho que…
Gracias Tina, por tus palabras y por dejar saber que pasaste. Este texto lo compusimos entre Malak y yo y fue una gozada... aunque sabemos que ser dueños del hacer es una ilusión... así es como nos expresamos :D
Un abrazo
Delia ha dicho que…
Qué texto tan esclarecedor, lleva a la reflexión de vivencias que habitualmente pueden prestarse a confusiones y que en el darse cuenta se ven como naturales y parte del desenvolvimiento de la vida en su manifestación. Ponerlas en evidencia, así tan claramente como ustedes lo hacen, alivia el corazón.
Gracias un abrazo para ambos.
Maria Luisa ha dicho que…
Un abrazo grande Delia. Tus palabras también producen la alegría de saber que lo compartido es natural, al alcance de la mano, ... la realidad es lo más natural. :D