Lo Cotidiano y lo Sagrado

Hay un silencio que engloba y sostiene un recuerdo y a la vez... todo lo que este momento manifiesto me muestra. En este momento... este presente... esto... late una sensibilidad que me embulle, y no sé si soy esa sensibilidad, ese contenido, o si soy esto que lo sostiene, que lo contiene. No sé.

En este no saber, está el recuerdo del paseo de ayer por la tarde. Poco menos o más que glorioso. De casa al supermercado, unas cinco o seis cuadras. Las palomas regadas por el parque, el paseo peatonal, cerca de las fuentes, y mientras recuerdo que alguien muy cercano me comentó que estos animales no son más que ratas con alas... ladró un perro. Al voltear a mirar, mientras mi paso seguía un ritmo desacostumbradamente lento, mi vista se topó con una jardinera un tanto abandonada, por lo salvaje, cosa rara en este lugar de la ciudad. Salvaje, pero plena de flores rosadas, tan hermosas que me apabullaban. El sol bajaba reflejándose en la cordillera, que al Este, funciona como un espejo enrojecido a esta hora, y que por suerte enorme, en este lugar tan atestado de edificaciones de la ciudad, aún se puede ver entre espacios mágicamente vacíos. Silencio y aún mi persona caminando a mi paso. Silencio e infinidad de percepciones adornando el camino, que no avanzaba realmente, porque estaba más allá de transitar... estaba en mi. Sagrado, y un niño se cae de su bici y se raspa la rodilla. La mamá le da valor y lo monta de nuevo al volante, a pesar de sus llantos, y se atreve a seguir el paso de su hermanita pequeña que va delante con el padre. Pájaros, cielo, peatones, bicicletas, cordillera, nubes, palomas o ratas, nombres. No sé. La mente en este instante funciona lenta como la miel, como dicen algunos sabios, y así, es como se siente tan dulce esta simplísima cotidianidad, que deja de ser común para convertirse en sagrada a la luz del silencio y el paso lento.

En esta tónica, como quien se ha metido una volada de... ni sé cómo lo llaman... recojo leche, tomates y no recuerdo qué más, para emprender el regreso... lento. Y ahí, en ese instante, cuando mi razonamiento comenzaba a aparecer tratando de definir todo esto, me topo en paralelo con tres peatones a mi lado. Muy singulares, comunes a la vez... y tan cotidianos, que por su aspecto y conversación me dieron la clave. La mujer, bastante mayor y desgastada, empujaba una silla de ruedas con una anciana que parecía su madre, y obviamente, caminando a su lado, el marido, que iba recibiendo las agrias quejas de su esposa, refiriéndose esta al tipo de almuerzo que debe preparar cada día. Una letanía de notablemente cansada repetición de argumentos, tan áridos como absurdos a mi oído. Y ahí fue cuando me pude explicar: Esto es lo cotidiano, lo que absorbe mayormente a las personas, el yo y sus circunstancias, sus sinsabores, sus frustraciones, que como un disco rallado suenan una y otra vez en su cabeza. ¡Y no ven las flores!, ni el atardecer. No escuchan el ritmo de su corazón al paso, ni las sensaciones de este indescriptible movimiento emocional que se mueve por el cuerpo, ni parecen prestar atención a la brisa que refresca la tarde veraniega. Nada. No están en el presente, y mucho menos apreciando la Presencia silenciosa y eterna de su propio y esencial Ser sagrado. Qué lástima. Así es cuando el ego queda suelto, toda la armadura acostumbrada a movilizar al caballero andante, perdiendo este así cada batalla en la que la mirada se confunde entre sombras y reflejos, desperdiciando la oportunidad que siempre se encuentra plena... en esto de aparecer siendo humanos como emanaciones de nuestro propio Si mismo.

Resumen técnico: la mente en su fuente, es simplemente ausencia de identificación con el ego, aunque este vaya a mi lado como una sombra. Mucho mejor tenerlo a la vista. La mente dejada como un mono suelto, es la forjadora de las miles de sombras que se convierten en armaduras estructurantes, que como confusiones de si mismo, se mueven tapando la percepción de lo inmenso, con sus limitaciones tan tontas como insensatas.
Ser es ser... es Esto, y nada más. Bello, sagrado, porque he emanado para percibir mi propia esencia como felicidad. Y cerrando este texto, en este instante me ha llegado un poema de Huang Po, más que mejor para terminar.

Toda enseñanza del Buda
tiene un solo objeto
conducir la mente humana
más allá del pensamiento
si yo lo logro por mi mismo
realizar este portento
¿De qué me servirá entonces
el Dharma del Buda y su enseñanza?


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Mª Luisa.
Hace unos meses, en la ilusion tiempo-espacio, volviendo de la compra, tuve una experiencia similar a la que describes.
Luego escribi un post en mi blog llamado la máquina del tiempo.
Sin embargo, a pesar de las similitudes, no estoy de acuerdo con la separación que haces al final entre lo cotidiano y lo sagrado. En presencia, no hay ninguna diferencia entre una cosa y otra.
De hecho, en presencia no puede haber mas que presencia, en amor no puede haber mas que amor. Creo que tu percepcion de la no presencia de los viandantes con los que te cruzaste venia de tu propia no presencia (ya estabas fuera, y por eso los juicios, y la pena). Eso ya era una intepretación, una comparacion con el estado que experimentaste.
Si hubieses seguido "alli" solo habrias sonreido ante tales comentarios, como parte natural de todo.
Lo ootidiano es lo sagrado, lo sagrado es lo cotidiano. No hay dualidad.
Lento o rápido, a paso ligero o a cámara lenta, el ser es siempre, no dos, en todas las cosas, en todos los ritmos, en todos los tiempos.
Cierto que en la quietud el ser se revela a si mismo con "mas facilidad", pero sigue siendo aunque nos pongamos a correr como locos, a decir improperios, o a tapernos los ojos.
No hay dos. El centro es todo, y esta en todas partes.
Lo que se dice o se piensa no tiene peso, es solo energia yendo y viniendo, la fuente es el ser, en todos los casos.
Volverse hacia esta fuente, en el sentido de reconocerla, es un privilegio que se da por pura gracia, no por mérito, y por eso mismo, uno no puede lamentarse de los que "no ven". Nadie ve, y ala vez, todo el mundo ve, porque es solo el ser el que ve, y es solo el ser el que puede taparse los ojos(con la máscara del ego) y ocultarse, jugar a ocultarse ante si mismo.
Esa es mi experiencia.
Me quedo con el texto de Huang Po.
Un saludo, y gracias.
Maria Luisa ha dicho que…
Saludos César
Estoy de acuerdo en todo lo que dices. Valga aclarar que esto es la descripción de un recuerdo, o sea, de una experiencia. Y las experiencias son contenidos en la Conciencia No Dual. Entre las diferentes experiencias, está el modo de percibir cotidiano, es decir, engañados por ser la entidad egoica... y están las experiencias donde el ego no estorba y la plenitud se muestra... mostrando algo sagrado que el bullicio mental de la persona suele cubrir. Tanto una como la otra son experiencias del Ser.
Al igual que tú, me quedo con el poema de Huang Po. Un abrazo y gracias por tu comentario que contribuye a compartir comprensión.