La búsqueda del Si Mismo



Como no es cuestión de elaborar constantemente un tratado completo sobre el enfoque y las enseñanzas no duales, se precisa de metáforas que señalen directamente. Entenderán los que ya entienden, y los que no, vislumbrarán un paisaje nuevo, aunque aún no entiendan lo que ven, ni al que ve.

La mirada desde el Si mismo es siempre plena. Tiene toda la visual que ofrece mirar sin fronteras. He subido al Cerro San Cristóbal en Santiago, viendo desde allí toda la ciudad en la que vivo. Todos los edificios, pequeñas colinas y la inmensa cordillera de Los Andes al fondo, como su pantalla, la que define a esta ciudad en particular.
He subido al Avila en Caracas, y desde allí toda la ciudad es también apreciada. En este caso, estoy en la pantalla misma, pues el Avila es el símbolo que estereotipa a esta ciudad venezolana. He subido el Empire State, y cuando estaban, me monté al tope de las torres gemelas… y desde allí, toda esa mítica ciudad – gracias a tanta propaganda, todos sabemos cuál - es apreciada. Del mismo modo, subí al tope de la Acrópolis en Grecia, al tope de la pirámide del Sol en Méjico, a las montañas nevadas de Arizona, al borde del Cañón de Colorado, y tantas más, pero mencionaré de último la montaña de Arunachala, que representa mucho para mí, desde donde se ve la ciudad – o quizás debería decir pueblo, al comparar con las metrópolis descritas – de Tiruvannamalai. ¿Qué quiero señalar con esto?  En algunos casos hice un esfuerzo grande, como trepar la escarpadura de Arunachala donde no hay caminos marcados para llegar “arriba”. En otros casos tomé un teleférico o un funicular o incluso un aceleradísimo ascensor mecánico-eléctrico. Para subir, los esfuerzos fueron variados, en grado de intensidad. (¿Como las prácticas espirituales?) Lo que miraba desde arriba era variado, en cuestión de calidad, forma y expresión de cada ciudad. Muchas variables y una sola condición común. Estar inmersa en las formas no me podía dar la perspectiva correcta del lugar donde estaba. Desde “arriba”, desprovista de los volúmenes que marcan las posibles perspectivas y que hacen muy variada la experiencia de moverse dentro de la ciudad, se ve “todo”. Aún así, esta no es la condición común a todo ello. Veremos cuál es.

Luego de este preámbulo, describiré técnicamente el asunto de la realidad y cómo es que se muestra. El que pueda, que haga las similitudes pertinentes, y el que crea que pueda pero no pueda aunque no lo sepa, espero que no haga una mala interpretación suponiendo que para ver la realidad hay que llegar a algún lado más alto. Vamos con ello, en base al Atma Vichara.

La búsqueda espiritual asume que se encontrará algo que me muestre lo que realmente soy. Me busco… ¿tiene eso sentido? Mirar los movimientos o mirar la quietud no me puede definir de manera definitiva, porque lo que sucede ahora cambia a continuación. Sin embargo, una constante se mantiene, y es que aunque yo no vea lo que soy, de que soy… soy.

La misma que subió con esfuerzo o sin esfuerzo todas esas alturas que mostraban la ciudad y sus laberintos de calles, soy yo. Vi distintas ciudades, de diferentes ángulos, y pude notar dónde estaba yo metida cada vez que recorría una calle o un espacio urbano. Siempre yo he mirado, así sea desde lo alto o desde dentro del laberinto de las formas. Ese yo, es inencontrable, porque es el mismo yo que busca. La confusión de perderse en una atestada e intrincada ciudad se comprende clarito cuando la ciudad es reconocida, y observada en su total extensión. -¡Ah!, entiendo, por eso no encontraba tal plaza o no podía llegar a tal barrio desde allí.- La comprensión se abre al ver sin barreras, sin duda, pero es la comprensión de funcionar adecuadamente, sin miedo a perderse. Eso no me hace más yo de lo que yo soy. No me hace comprender mi esencia, aunque sí mis movimientos.

En Atma Vichara, todo el esfuerzo posible se remite a encontrar el pensamiento base de todos los demás, y este no es ni más ni menos que: “yo soy”. El pensamiento “yo soy”, está como sustrato de cualquier cosa que relacione a mi con mi entorno, ya sea físico, emocional o teórico. Este pensamiento también, como pensamiento que es, viene y se va. Sin embargo, lo que se da cuenta de la aparición o desaparición de tal pensamiento sigo siendo yo. En Atma Vichara se recomienda mantenerse allí, atento a ese primer pensamiento, y ese es todo el esfuerzo posible. Más allá de eso, solo está el si mismo, que no necesita decir “yo soy”, ni necesita absolutamente ningún esfuerzo para ser lo que es, ni siquiera para saber de si mismo sin la idea… de ser.

Teniendo de frente al primer pensamiento yo, nos damos cuenta del propio ser que lo sostiene. Salir de ello solo puede ir en dos direcciones: o expandirse hacia todo lo visto en base a esta idea de yo… o remitirse al que ve… donde todo lo visto y el que ve son: no dos pues nada define ni a lo visto ni al que ve. Porque cuando no hay ideas, no hay juicios. Y esto es todo lo que se puede mostrar para certificar mi propio ser como la base de toda experiencia, y por tanto, de toda existencia. Saber de esta claridad se muestra a su vez como una inmensa alegría, y eso es todo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Si.
Y gracias.
Sankara ha dicho que…
Querida María Luisa.
Gran post, me ha gustado muco.
El Atma Vichara, es mi camino, spoy un jnani convencido, quien conolce la respuesta "quien soy yo?" ya no tiene preguntas.

Namasté.
(z) Victoria ha dicho que…
Gracias por tanta claridad!
Namasté
Maria Luisa ha dicho que…
Gracias a ustedes por leer y rebotar en esa comprensión. Namasté